viernes, 12 de febrero de 2010

Carnevale

Carnaval. Una fiesta incomparable. Una noche para dejar libre el alma y jugar a ser otra cosa, otra persona, o monstruo, con otra personalidad. Un día completo para ponerte en la piel de bravos piratas, amargadas princesas, picaros diablos o inocentes angelitos.
Las calles se llenan de colorido. Todos se abandonan a los deseos del cuerpo de huir, bailar, reir, beber... por no mencionar el "pecado" al cual se asocia esta fiesta de la carne.
Todos mis deseos, ilusiones y pensamientos me llevan a esta fiesta. Desde siempre me ha encantado. ¿Por qué? Lo ignoro. Lo único que sé es que me siento verdaderamente libre. Un único día para ser verdaderamente yo. Curioso, ya que ese mismo día es cuando disfrazo mi cuerpo y personalidad. ¿Será que en el fondo soy un camaleón? A lo que me lleva a la siguiente cuestión, ¿seré una hipocrita en toda regla?
Tan curioso que me hace gracia. Ni lo se ni me importa.
Creo que lo que más me interesa del carnaval es ese toque místico que tiene. Esa sensación de que lo irreal se vuelve precisamente lo contrario. Todo de vuelve efimero. El aire casi parece liquido y lo solido pierde gravedad.
Se cambian los conceptos de todo lo conocido. El mal y el bien se entremezclan. El día es la noche y la noche el día. Lo prohibido ya no queda vedado.

Esa noche, el cazador se vuelve presa; y la presa necesita dar caza.