sábado, 31 de julio de 2010

Por Zior

"Una vieja en una jaula, tiene ganas de salir."

x'DDDDDDD

viernes, 30 de julio de 2010

El Fuego

-Es curioso.-dijo un espiritu.
-¿El qué?-murmuró otro.
-El fuego.-respondió el primero.
-¿Que tiene de curioso? Es un elemento peligroso. Solo lleva destrucción allá por donde pasa. Hay que tener mucho cuidado con él.
-¿Solo ves eso?
-¿A qué te refieres?
-Fíjate bien...-y el espiritu señaló un arbol que estaba siendo consumido por un fuego recien creado.
-Va a matar al árbol.
-No. Fíjate bien. El fuego solo intenta abarcar al árbol. Sus intentos de abrazarlos son vanos, puesto que al final todo lo que toque terminará en cenizas. Pero esa no es la intención del fuego. Es un elemento muy solitario...algo que él no se lo ha buscado. Intento acercarse a los demás elementos pero no hay nada que hacer. El final siempre es el mismo. El fuego, en su más aplastante soledad, no entiende por qué todo lo que intenta proteger y amar termina calcinado... Es muy duro. Y además, nadie le entiende. Todos lo ven como un elemento destructor. No quieren ver por qué actua de esa manera.
-Pero es normal... mata.
-Pero no es su intención.
-...

La Florista

Vanesa era una chica normal dentro de una ciudad normal.
Cada mañana abría su pequeña tienda colocada en un callejón que daba a la Gran Vía. Como estaba medio escondida siempre colocaba varios jarrones llamativos haciendo un pequeño caminito hacia su tienda.
Tenía clientes habituales y algunos nuevos que solo acudían muy de vez en cuando.
Vanesa era feliz. Vendía flores. Y no podía evitar sonreir cuando alguien le pedía una ramo. No importaba si fuera grande o pequeño. El gesto le parecía hermoso, por eso compró la pequeña tiendita, para hacer una floristería con la que hacer feliz a la gente.
Solía acudir una niña pequeña. Compraba flores para su madre. Como no tenía mucho dinero siempre cogía una única flor. Pero su madre se alegraba de igual manera y poco a poco iba venciendo la enfermedad que la había dejado en cama.
También acudía un joven enamoradizo. Cada dos semanas se llevaba un ramo de diversas flores.
Varios ancianos se acercaban, no habían perdido el romanticismo y regalaban a sus parejas alguna que otra flor...y si su pareja estaba enterrada no importaba, llenaban la tumba de flores vivas y coloridas para darle un toque de vida a ese lugar, en memoria, porque jamás la olvidaría.

Vanesa sonreía siempre que les daba las flores. Pero a la hora de cerrar se daba cuenta que nadie le habia regalado a ella una flor.
Le parecía ironico que vendiese aquello que jamás habia recibido.
Pero eso no minaba las ganas de seguir haciendo feliz al cliente que viniera en busca de una pequeña sonrisa para su persona especial.

jueves, 22 de julio de 2010

El Reino

Nada parecía tener sentido. Mirase a donde mirase solo se podían ver sombras mal difuminadas. Todo era borroso, sin contorno. Mareante. Se podría calificar de extravagante, incluso de surreal de no ser porque era exactamente la realidad.

Todo su castillo de cristal había sucumbido, una vez más, con esos latidos rotos. Y ahora, sin los muros que protegían a la reina, la realidad se hacía cruelmente visible.
Se llevó la mano al pecho en un intento frustrado de coger aire. Pero solo había fuego. Solo podía respirar ácido. Un veneno que corría veloz por sus venas hasta colocarse bajo el esternón. El sitio predilecto para todo dolor emocional.
La reina se vio desamparada. No tenía nadie. Los pájaros con los que siempre contaba para hablarles de sus sueños habían huido al escuchar el derrumbamiento.
Su rey... su rey fantasmagórico la había abandonado. Nunca fue corporeo en su su palacio de cristal. Nunca pudo caminar con sus propios huesos.
Y los sirvientes, para que toda la aparente calma siguiera estable, se veían obligados a tejer mentiras cada vez más complejas.
La reina jamás sospechó nada.
Incluso había grietas en las paredes de su palacio. Pero bha, serán cosas de la edad. Pensaba ella. Cuan equivocada estaba. Tal vez no quisiera ver el inminente peligro al que estaba expuesta.

De nuevo, tras la catastrofe, la luz blanquecina que alumbraba su reino mutó antojandose roja, granate y con vetas negras. Pero esas vetas no eran colores surgidos por falta de luz. Eran sombras malignas. Esas que tan bien conocía.
Y cual serpientes la sombra fue zig-zagueando hasta dar con al reina. Se aferraron a su torax impidiendola respirar e introduciendose en ella, al hueco bajo el esternón, uniendose con el fuego envenenado.
La reina tosió intentandose liberar. Pero todo fue en vano.

Cuando se despertó pudo observar ante ella el Centro de su Reino, el llamado Gran Corazón. Siempre lo había recordado como una piedra brillante, luminosa y que incluso ofrecía calor y bienestar a quien lo tuviera cerca. No obstante ahora estaba tan cambiado que le costó identificar su amado objeto.
En esos momentos no era más que una pieza con alma de madera carmomida y agrietada. Carecía del color vivo. Únicamente lo vestía una chapa negra resquebrajada. Algo verde salía del interior del antiguo Gran Corazón. Era musgo y hongos. Una mezcla putrefacta ideal para algo no-vivo.
La reina se llevó las manos a la boca, atónita. No podía creerlo. Aquello que siempre había cuidado. Que siempre había amado. Aquello que tantas veces había reparado... ahora se encontraba en un estado peor que la muerte. El Gran Corazón padecía una enfermedad incurable. Y a cada latido de ese repugnante objeto, varias hondas oscuras surcaban lo que antes era su reino llenandolo de tristeza y desesperanza.

Aprisa, la reina fue en busca de toallas y agua. Pero tal vez ya fuera demasiado tarde...