sábado, 31 de enero de 2009

Zerbait gogorarazten nau...

Era un atardecer. Cuando el sol se oculta tras las montañas tiñiendo el cielo de un rojo anaranjado. Aún recuerdo la brisa del verano. El peculiar olor de las flores silvetres. La sombra del árbol, el sonido del las ramas y las hojas.
Todavía daba calor. Estaba sentada en la loma de aquella pequeña colina. Era feliz. Estaba relajada mirando al horizonte sin preocuparme de nada. Solo observaba el anochecer que poco a poco se estaba abriendo camino. Venus ya había salido alumbrando con fuerza, como siempre.

Sabía que pronto vería a Orión y en linea recta, girando sobre mi propio eje, vería a Casiopea. Si lograba encontrar un hueco entre las montañas podría ver a Draco, pero esta última constelación siempre me ha costado encontrarla. La culpa es de ella, por colocarse tan a ras del suelo.

Los gorriones aún piaban junto a las golondrinas. Recuerdo alzar la mirada para justo ver como una de las crias asomaba la cabeza por uno de los nidos. Me eché a reir mirando tierna esa escena.






Es un recuerdo de una imagen que he tenido hará un par de horas. Hecho de menos eso: el campo, un atardecer de verano, la calma y el sonido de los pájaros.

No hay comentarios: