sábado, 31 de enero de 2009

Zerbait gogorarazten nau...

Era un atardecer. Cuando el sol se oculta tras las montañas tiñiendo el cielo de un rojo anaranjado. Aún recuerdo la brisa del verano. El peculiar olor de las flores silvetres. La sombra del árbol, el sonido del las ramas y las hojas.
Todavía daba calor. Estaba sentada en la loma de aquella pequeña colina. Era feliz. Estaba relajada mirando al horizonte sin preocuparme de nada. Solo observaba el anochecer que poco a poco se estaba abriendo camino. Venus ya había salido alumbrando con fuerza, como siempre.

Sabía que pronto vería a Orión y en linea recta, girando sobre mi propio eje, vería a Casiopea. Si lograba encontrar un hueco entre las montañas podría ver a Draco, pero esta última constelación siempre me ha costado encontrarla. La culpa es de ella, por colocarse tan a ras del suelo.

Los gorriones aún piaban junto a las golondrinas. Recuerdo alzar la mirada para justo ver como una de las crias asomaba la cabeza por uno de los nidos. Me eché a reir mirando tierna esa escena.






Es un recuerdo de una imagen que he tenido hará un par de horas. Hecho de menos eso: el campo, un atardecer de verano, la calma y el sonido de los pájaros.

lunes, 26 de enero de 2009

Caperucita Roja III

Ante esa respuesta, él dirigió la otra mano hacia el límite de la piel y el pantalón. Miró de reojo la nueva barrera y haciendo caso por un momento al raciocinio desabrochó el pantalón para después de nuevo, tirar con fuerza cual poderoso animal. Tardó poco en despojarla de los vaqueros lanzándolos junto al resto de su “ropa” o más bien, de lo que quedaba de ella. Casi sonrió al creerla completamente desnuda para él pero notó un último obstáculo. Por lo menos esperaba que no fuera tan difícil de quitar como aquel que guardaba sus frutos. Desvió la mano hacia la entrepierna de la chica una vez apartado su propia pierna para dar paso a la mano. Presionó allí donde el vello no crecía con el índice y corazón notando una gran humedad a los pocos segundos. Aquello le gustó por lo que siguió con las caricias sobre lo que se acababa de endurecer pidiendo ser rozado constantemente.

La muchacha comenzó a jadear. Al principio poco, despacio, pausado… después más rápido y descontrolado hasta no ser capaz de dirigir su respiración. Se aferró con fuerza a la cabeza del hombre dejándole escuchar directamente sus entrecortadas respiraciones de placer. Esto incitaba al hombre a seguir, y eso hizo, cada vez más rápido, con más fuerza. La chica terminó por ponerse de puntillas y él no pudo evitar apartar la tela para mojarse un par de dedos al entrar en ella. Deseaba explorarla a fondo, saber donde desprendería más calor y en qué puntos ella se desharía por el placer. Comenzó un ritmo lento pero seguro con la mano hasta que los fluidos fueron cayendo hacia su palma. Despacio salió de ella tras un rato y se lamió la mano sonriendo ante el sabor. La agarró de la cadera levantándola del suelo y ella aprovechó para rodearle con las piernas. La dejó en el suelo y hundió la cabeza tras el monte de Venus oliendo el olor de la hembra, saboreándola aprisa llevando la lengua arriba, abajo, a izquierda y derecha.
La muchacha creyó enloquecer aferrándose a las hojas secas del suelo y sacudiendo la cabeza de un lado a otro poseída por el deseo y el placer. Pronto obtuvo el hombre el elixir que tanto deseaba recibiéndolo de buen agrado entre largos e interminables lametones. La mujer se convulsionaba aún cuando él se colocó sobre ella entrando con cuidado pero hasta el fondo. Entrelazó los dedos con los de ella mientras la poseía.

Los gemidos de la mujer eran lo único que se oía a varios metros a la redonda. Ella se deshizo de las manos del hombre para arañarle la espalda con fuerza mientras sus piernas también guerreaban en aprisionarlo. De pronto lo giró quedando ella encima. Sonrió traviesa y se aferró a sus hombros llevando ella el ritmo de aquel baile nocturno. El sudor había aparecido hacia poco en sus cuerpos pero eso no impedía que los dos siguieran deseando placer, tanto dar como recibir.

Las caderas de la chica se movían con fuerza chocando contra las de él. Fue arqueando la espalda poco a poco volviendo a gemir en la noche cuando él la agarró de las caderas moviéndose bajo ella con el salvajismo que le delataba.

Ambos sabían que el límite estaba cerca por lo que se apresuraron en dar las últimas caricias de placer. Ella le arañó el torso mordisqueándole el labio inferior antes de fundirse en un beso mientras él se perdía en los senos de ella que no hacían más que bambolearse.
Al cabo de varios minutos, el hombre se aferró al trasero de la chica explotando dentro de ella, soltando un suspiro placentero al terminar. Ella, se aferró al hombre abrazándolo con fuerza cuando sintió llegar quedando ambos jadeando, tumbados en el suelo, cansados pero contentos y relajados.

La noche volvió a recobrar su sonido. Los búhos ululaban contando la historia de pasión de la que habían sido testigos. La luna se atrevió a salir de nuevo entre las nubes arropando a la pareja mientras descansaban.






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Este cuento ya finalizado esta dedicado a Fang =]
espero les haya gustado n.n

domingo, 25 de enero de 2009

Caperucita Roja II

Antes de que pudiera reaccionar a ese sonido algo la agarró por detrás. Un brazo rodeó su cintura agarrando su cadera izquierda mientras el otro se mantuvo quieto en el hombro del mismo lugar. El ser hundió el rostro entre el cabello de la muchacha bajando un momento a su cuello, deleitándose con el aroma que ella desprendía. Emitió un leve suspiro de aprobación y apoyó el peso de la muchacha contra él. Ella sintió el calor que desprendía aquello. Era cálido, de complexión fuerte, casi parecía protector al rodearla de esa manera. ¿O era tal vez que reclamaba lo suyo? Fuera lo que fuese, se encontraba bien a pesar del terror sentido hacía escasos segundos. Sentía algo diferente, como si le conociera, quizas un sueño de sus noches plácidas o tal vez un recuerdo olvidado; no importaba, le conocía.

Al poco notó algo húmedo, caliente y blando aplastando su nuca. ¡Demonios! ¿La estaba lamiendo? El ser volvió a emitir un gruñido bien parecido a un ronroneo. Lentamente mordisqueó el cuello de la chica mientras iba deslizando sin prisa la mano que agarraba el hombro hasta su pecho derecho encontrándose completamente rodeada por sus brazos. Metió bajo la camisa la mano que agarraba su cadera acariciándole despacio la tripa. La chica no pudo evitar removerse un poco debido a las cosquillas placenteras que surgían como consecuencia. La mano que agarraba su pecho se movió despacio rasgando con las garras la camisa con una facilidad que hacía temblar a la chica al pensar en qué pasaría si esas garras acariciaran su piel. Varios girones de tela roja cayeron al suelo dejándola casi completamente desnuda de no ser por una manga que se resistía de ser arrancada del cuello de la camiseta y el sujetador. Sus pechos ascendían y descendían presos de la agitada respiración que la muchacha estaba llevando a cabo. El ser no pudo soportar más ver como su fruto deseado se movía de esa manera y lo quiso poseer. Agarró con ambas manos sus senos intentando averiguar qué demonios era aquello que encerraba lo deseado y no le dejaba gozar de ello directamente. Emitió un gruñido de enfado y abrazó a la chiquilla con fuerza. Si aquello la aprisionaba, él lo haría más. Observando mientras la mantenía entre sus brazos logró ver el tirante negro de la prenda. Sonrió con malicia y tiró con fuerza… pero no obtuvo el resultado deseado. Gruñó de nuevo con más fuerza, salvaje, hastiado de no lograr aquello que anhelaba con facilidad. Tanteó con los dedos los aros del sujetador y metió un dedo de cada mano tirando con fuerza hasta lograr romper la tela. Sin ningún cuidado estiró hasta separarlo del cuerpo de la mujer lanzándolo lejos.

Ese lado salvaje, esa ansia y necesidad de ella excitaba a la muchacha quien se había mantenido en silencio y sin moverse en todo momento. El ser parecía estar de nuevo satisfecho con lo que ella le ofrecía y paseó el dedo corazón por el canalillo sin acariciar ni siquiera el comienzo de sus pechos. Esto desesperaba a la chica deseosa de ser acariciada y él lo sabía. Sonrió ante la reacción de la muchacha y se centró de nuevo en su cintura, su tripa, sus caderas… mientras hundía una vez más el rostro en su cabello. Aspiró profundamente su aroma mientras desviaba las caricias hacia sus senos hasta que ninguno de los dos aguantó más. La giró deprisa pero sin brusquedad apoyando la espalda de ella en el tronco. El depredador admiró a su presa mientras ésta se daba cuenta de que estaba ante un hombre. No era un ser, ni un animal, ni nada… era un humano. Se volvió a llamar estúpida por creer lo contrario durante todo ese tiempo y extendió despacio los brazos para rodearle con un cálido abrazo. Con lentitud se juntó a su cuerpo notando su excitación a la perfección entre sus piernas. Le besó por el cuello mientras él acariciaba la espalda desnuda de ella y terminó por besar sus labios. Faltó tiempo para que ambas lenguas se encontraran saboreándose mutuamente, queriendo saber de la elasticidad, suavidad y calidez en un baile interminable. Con lentitud el hombre subió una mano hacia su pecho amasándolo, agarrándolo con algo de fuerza y apretando el pezón entre sus dedos anular y corazón hasta endurecerlo completamente. Ella sabía que él podía notar la hinchazón de sus pechos por el deseo de pasión que el encendía, sabía que su calor era más que evidente. El hombre sonrió y colocó una pierna entre los muslos de ella rozando constantemente la rodilla contra su sexo. La chica suspiró entrecerrando los ojos y para evitar jadear le volvió a besar salvaje.

martes, 20 de enero de 2009

Caperucita Roja I

Los últimos rayos anaranjados del anochecer insistían en no abandonar los viejos árboles del bosque. El cielo se dejaba entrever por los grandes claros de las nacaradas nubes. Era de color rojizo, un cielo color sangre; un tanto curioso si se tenía en cuenta que la estación que reinaba era la del invierno.

Una muchacha se había estado alejando del pueblo hasta dar con el lindero del bosque. Se pasó las horas jugando con su propia sombra y escuchando el viento azotar de vez en cuando las ramas de los árboles desnudos. Le gustaba el silencio y lo misterioso que parecía ese lugar una vez llegada la noche. Por eso, antes de que el astro rey terminara de esconderse, la muchacha ya había entrado en el bosque, profundizando en sus entrañas hasta casi no saber cómo volver.
Su camiseta roja era lo único que daba color a la tierra. Todo parecía muerto a excepción del musgo que crecía mirando al norte en los arboles más gruesos. La luna iluminaba casi del mismo modo que una estrella hubiera podido hacer resultando un poco difícil pensar que estaba en plena noche y no en lo contrario.

Avanzó sin miedo, casi riéndose al oír los crujidos de las hojas secas bajo sus pies. Varios animales la acompañaron en su corto viaje, más por curiosidad hacia una humana en sus territorio que por deseo de acompañar. Poco a poco, más nubes fueron surgiendo de la nada ocultando la única luz del cielo. La muchacha se asustó. Demasiada oscuridad le daba miedo. Los sonidos de los animales nocturnos sonaban más temerosos cuando no sabía con exactitud de donde procedían. Se encogió en sí misma y avanzó en silencio hacia donde creía se encontraba la salida.

De pronto oyó un crujido proveniente de un matorral. Lo primero que pensó fue en algún roedor, sin embargo, había sonado a algo demasiado pesado como para ser un roedor. Siguió caminando en la penumbra con los brazos extendidos hacia delante… Y de nuevo varios crujidos caminaban a su lado.

-¿Quién va?-preguntó sintiéndose estúpida al momento. ¿Cómo diablos iba a responder un animal? La siguiente vez que el pánico se apoderó de ella fue poco después de formular la pregunta, algo le sopló en la nuca. La chica se giró tan rápido como pudo mirando, o más bien, intentando ver en la oscuridad aquello a lo que se tendría que enfrentar. Sin embargo no vio ni oyó nada. Avanzó un par de pasos mientras los oídos comenzaban a silbar presa del temor a aquello que la seguía.

Pronto el silbido se hizo tan insoportable que se tapó los oídos caminando sin ese sentido. Miraba a todos lados intentando descubrir algo que la calmase; una ardilla, un conejo, una serpiente…lo que fuera. La presión que sus dedos ejercían en los canales auditivos llegó al límite del dolor y no tuvo más remedio que bajar los brazos respirando agitadamente, intentando controlar su pulso.
Se apoyó en un árbol de tronco grueso cogiendo aire y de nuevo varios chasquidos interrumpieron el silencio de la noche.

Éso era en lo que no se había dado cuenta: el silencio. El no haber ruido en un bosque significaba peligro y ella lo sabía muy bien. Tragó saliva entreabriendo los labios para respirar por la boca. Estuvo atenta varios minutos sin moverse ni un milímetro mientras lograba que su respiración no se consiguiera escuchar. Tras ese tiempo fue a dar un nuevo paso pero una sonora risa heló sus músculos. Lo que pudo percibir de aquella risa casi cruel era el tono grave que desprendía, casi ronco, pero que le recordaba extrañamente a un narrador de cuentos.

viernes, 16 de enero de 2009

jueves, 8 de enero de 2009

la vida pirata... ^^

feliz

feliz, he aprobado un examen con una profesora que puntua para abajo (y tanto, he aprobado con un 4 )


feliz, escuchando musica arabe mientras bailo con mi pañuelo de monedas


feliz, aunque me duela la muela, es lo que pasa cuando las del juicio empujan

feliz, aunque no haya motivo para estarlo, tampoco para no estarlo n.n


feliz... pero con mi lado oscuro, aprendiendo a domarlo, me gusta =]


" la vida pirata la vida mejor " ....sin duda pero.... quiero mi vodka negro!!


=]

sábado, 3 de enero de 2009

Tiempo atras

ya hace un año...
























habre aprendido la leccion?
























Fue algo duro, una gran ostia

















por otro lado, fue la primera vez que me corté




























si, he aprendido