miércoles, 16 de enero de 2008

(no tiene titulo...era para un concurso...y no lo presenté)

En un callejón oscuro paseaba yo sin idea alguna de lo que me esperaba… Un destello rojo, fue lo único que pude ver… seguidamente una sombra me abrazó con fuerza. Su cálido aliento rozaba mi rostro, disminuyendo el frío de la noche invernal…
-No temas…-susurró con voz intensa y agradable. Me acarició las mejillas casi con ternura haciendo que mis ojos se cerraran por voluntad propia. Pude notar como sonreía y como su cuerpo se pegaba al mío.
Gemí al notar un agudo dolor en mi cuello. Sus colmillos desgarraban mi piel despacio hasta dar con la vena. Me puso una mano en la boca para que no volviera a gemir cuando atravesó la tubería que daba paso a la sangre. Poco a poco fue succionando. Casi con suavidad… parecía que no quería hacerme daño.
Mis manos subieron por su torso lentamente casi hasta llegar a sus hombros. Entonces se detuvieron. Creí que le empujaría, pero mis manos seguían inmóviles, simplemente notando sus músculos, su respiración pausada; simplemente sintiéndole.
Tras unos largos minutos no pude evitar quejarme. A pesar de no beber con violencia el roce de sus colmillos en la herida bastaba para hacerme daño. Mi piel se erizó cuando me habló con esa voz agradable, aún sin sacar sus colmillos, con sus labios rozándome al hablar:
-No temas… pronto acabará.-me besó el cuello y volvió a beber. Mis palpitaciones se aceleraban al oírle. ¿Pronto acabará? Me preguntaba ¿moriré? Sentí como todo daba vueltas a mí alrededor. Mis piernas fallaban por momentos. Y mis oídos solo conseguían oír un profundo pitido agudo pero a la vez grave. Noté como también poco a poco mi respiración menguaba. Tragué saliva y miré la luna haciéndome a la idea que sería la última vez que la vería.
Entonces se separó de mí. Mi cuerpo cayó sin fuerzas. Pero antes de que tocara el suelo, me volvió a abrazar dejando sus labios a escasos milímetros de los míos. Estaban manchados de sangre y una gota amenazaba con caerse desde la comisura.
-Estás sola… en casa no te espera nadie y mañana te echarán del trabajo… más de una vez has pensado en suicidarte…Ahora que estas al borde de la muerte… ¿realmente lo deseas…o prefieres venir conmigo?-susurró. Creí que sus labios se acercaban mientras hablaba. La gota de sangre empezó a resbalar. Cerré los ojos y mi lengua salió de su celda lamiendo con la punta la gota suicida. Sus labios se tensaron mostrando una sonrisa. Cuando abrí los ojos me miró unos instantes. La suave respiración rozaba mis labios, casi sensualmente. Se lamió los labios recogiendo la sangre de ellos… y rozando los míos a causa de la cercanía. Quise evitar un jadeo pero mis labios me fallaron. Mis ojos se entrecerraban nuevamente sin que yo pudiera evitarlo. Me sentía tan cansada… De repente la oscuridad me inundó, ni siquiera podía ver la luna. Entonces me di cuenta, mis ojos se habían cerrado por completo. Su voz volvió a sonar, esta vez dentro de mi cabeza:
-No te queda mucho tiempo…-sabía que estaba sonriendo, se notaba. Con mucho esfuerzo conseguí abrir los ojos. Ciertamente estaba sonriendo. Le observé unos instantes mientras mis labios hacían grandes esfuerzos por abrirse.
-Ss…-conseguí susurrar. Aunque solo pude pronunciar la s no necesitaba más para hacerme entender.
Para mi horror vi como su sonrisa se tornaba demoníaca.
-Sí… ¿qué?-preguntó él mirándome entre ternura y crueldad. Su mano se acercó a mi cuello presionando en la herida. Gemí de dolor aunque de mis labios apenas salió algún sonido.
-Vivir…-murmuré. Sabía que pronto me desmayaría entre cansancio y dolor sin llegar a completar una frase coherente.
Deseaba que no me hiciera más preguntas. Incluso le miré suplicante. Él se rió por lo bajo y redujo los poco milímetros que nos separaban hasta quedar completamente pegada a él, hasta que nuestros labios se juntaron. Sentí como sus labios rozaban los míos muy suavemente. Pero a los pocos segundos el cansancio había ganado la batalla. El último sonido que pude percibir fue su risa apagada seguida de un consejo: Descansa.

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-Esta vez has bebido demasiado. No sé si podré hacer mucho por ella.
-Con que hagas algo basta.
Solo pude reconocer la segunda voz. A pesar de que mi cerebro no lograba dar sentido a las palabras pude distinguir ese sonido procedente de su garganta. Oí unos confusos pasos alejándose seguidos del movimiento de una puerta. Lo siguiente que percibí fue la temperatura. Hacía mucho frío. Creí estar en una habitación con las ventanas abiertas dejando pasar al viento invernal. Noté ligeramente como se me erizaba el vello. Algo cálido me tocó el brazo y por fin conseguí abrir los ojos. Como siempre, me acostumbré pronto a la oscuridad. Apenas una luz mortecina y lejana alumbraba la estancia. Distinguí unos ojos verdes intensos que reflejaban curiosidad. Abrí la boca…
-No hables.-me dijo él y me puso delicadamente un dedo en los labios. Qué suave era su tacto…. La mano que sujetaba mi brazo subió despacio hasta acariciarme la mejilla. Mis pupilas se dilataron y él sonrió. Mi rubor aumentó a la vez que su respiración. Antes de que me diera cuenta él se encontraba oliendo mi cuello. Curiosamente me gustó su aspecto salvaje y peligroso. Emitió un sonido de aprobación dando por zanjada una discusión interna sobre mí. Lo siguiente que sentí fue su lengua recorriendo lentamente mi cuello subiendo por la mandíbula… Se paró cuando llegó a mis labios. Me miró fijamente respirando por la boca. Su aliento rozaba mi rostro. Y yo me sentía perdida en sus intensos ojos. Se rió por lo bajo rozando mis labios con sus dedos. Cerró los ojos. Pude percibir como luchaba consigo mismo. Tras unos segundos sonrió abriendo los ojos.
-Demasiado peligroso…-se susurró a si mismo. Me miró fijamente.-Vas a sufrir mucho aquí.
Le miré sin comprender y él vio algo en mí que le pareció interesante. O eso reflejaba su mirada. Sentí como sus dedos se introducían despacio por mi cabello y yo, relajada, volví a cerrar los ojos. Me encantaba que me tocaran el pelo. No me di cuenta, mientras tenía los ojos cerrados, de que su nariz pasaba desde mis mechones a mi cuello. Creí oír un suspiro de tristeza que me hizo abrir los ojos. Pensé que estaría a mi lado. ¿Pensar? No, más bien quería. Sin embargo él se encontraba lejos de mí, tan lejos como la habitación le permitía. Y miraba por la ventana sin expresión. Un frío interno me invadió de repente acompañado de un sentimiento conocido…
-Soledad…-me susurré mirando el techo. Por el rabillo del ojo vi como él volvía a mirarme cambiando su inexpresividad a tristeza. Despacio se acercó y quitándose su abrigo me lo puso por encima.
-Hace frío.-contestó a una pregunta no realizada.
Me acurruqué en la fría mesa metálica en al que estaba tumbada, oliendo el sutil aroma que desprendía. A pesar de no conocer ese aroma me recordaba a algo, aunque no lograba recordar el qué.
Una campanada sonó cercana. Miré por la ventana y entre la niebla pude vislumbrar una alta torre donde un reloj marcaba la hora. La estructura de la torre me recordó a la de una iglesia.
-Iglesia…-volví a susurrarme. Él me miró extrañado aunque no me di cuenta. ¿Volvería a pisar una iglesia? No… ¿volvería a pisar la calle? Empecé a plantearme mi situación. ¿Dónde estaba? ¿A merced de quién? Él negó con la cabeza acercándose a mí.
-Aún no puedes saber esas cosas.-susurró.
-¿Pero qué…? ¿Cómo sabes lo que pienso? ¿Puedes leerme el pensamiento?
Él sonrió.
-Eres muy expresiva…
Me asombré ligeramente, a pesar de que siempre me lo habían dicho, yo nunca lo había visto así.
Se acercó más a mí, hasta que nuestros rostros quedaron enfrentados. Entonces me rodeó con sus brazos sin dejar de mirarme fijamente. Sus ojos, sus ojos eran increíblemente verdes, pasando por todas las tonalidades. Le miré hipnotizada mientras me cogía en el aire y salíamos de la habitación. Pasamos por el pasillo. Las anaranjadas luces pasaban veloces por mis ojos pero aún así nunca dejé de mirarle. Se paró y me agarró con un único brazo abriendo una puerta negra con el otro. Después nos adentramos en una oscura habitación. Solo había una cama que amueblara el dormitorio.
-Hoy…-se quedó pensativo mirando sin ver la cama.
-¿Hoy…?-le pregunté con suavidad.
-Será mejor que duermas… conmigo. Mañana…-quise preguntar pero su expresión me frenó. Algo le preocupaba.
Me dejó con suavidad sobre la cama y la rodeó para tumbarse a mi lado. De nuevo, tan lejos como la cama le dejaba. Me metí entre las sábanas acurrucándome, dejando su abrigo encima de las mismas para calentarme. Sin embargo el frío se hacía cada vez más presente, no era un frío normal… Mi cuerpo empezó a tiritar de inmediato, cada vez con más violencia. Noté sus ojos clavados en mi nuca. Suspiré e intenté controlar mi cuerpo para no molestarle. De repente algo caliente me rodeó. Me di cuenta de que eran sus brazos cuando cogió mis manos. No había notado el más mínimo movimiento en la cama por lo que me sorprendió su abrazo. Apretó mis manos entre las suyas con suavidad mientras mi cuerpo se templaba. Me estremecí cuando noté sus labios recorriendo mi cuello. Él suspiró lamiendo a continuación una parte del mismo preparándolo para… Clavé las uñas en sus manos cuando de nuevo sentí el agudo dolor traspasando la carne. Quise gritar pero mi voz me falló. Tras unos eternos segundos sentí como los colmillos salían del cuello.
-Lo siento…-me susurró al oído.-No debí hacerlo…pero…no pude controlarme.
Mi cuerpo volvió a temblar, esta vez por miedo. Era la segunda vez que me mordían y yo había confiado demasiado rápido en él. Al fin y al cabo era un vampiro… Sin embargo me di la vuelta y le abracé escondiendo mi cara entre sus brazos. Él se sorprendió pero no dejó de abrazarme ni un segundo. Durante varios minutos me estuvo acariciando el pelo suavemente mientras yo me relajaba al oír las respiraciones de los dos. Con cierto temor levanté la cabeza observando su expresión. Estaba sonriendo ligeramente, invitándome a perder el miedo. Y yo cedí. Mis labios se acercaron a los de él besándolos como si fueran agua y yo me encontrara en un desierto. Pero él no me besó. Su rostro se tornó serio y apartó la mirada.
-Duerme.-susurró sin mirarme pero sin dejar de abrazarme.
Yo, avergonzada por haberle besado, volví a esconder mi cara en su torso quedándome dormida casi al instante.
Cuando desperté él seguía abrazándome, acariciando mi cabello con suavidad. A pesar de estar despierta no alcé la mirada. Me quedé como estaba, apoyando la mejilla en su pecho. Mis brazos le abrazaron con más fuerza y él sonrió levemente mirándome de reojo. Sabía que no estaba dormida desde que abrí los ojos. Estaba demasiado avergonzada y arrepentida por haberle besado que me obligué y castigué a no mirarle.

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